La semana pasada descubrí que hay veterinarios especialistas en terapias alternativas para animales que ofrecen servicios de acupuntura, fitoterapia, ejercicios terapéuticos, tuina y mucho más. De hecho, tuve que buscar en San Google qué era “tuina”, porque no tenía ni idea, y después de descubrirlo me asombré, momentáneamente, de todo lo que podemos hacer por nuestros animales. ¿Y sabéis por qué he dicho “momentáneamente”? Pues porque acto seguido he recordado todo lo que nos dan estos animales y me he dicho a mí misma que se merecen eso, y mucho más.
Ha sido en Caanes, un centro veterinario en alicante que ofrece toda esta cantidad de terapias alternativas y muchas más. Llevé a Ludo, mi perro, para una revisión rutinaria y ponerle las vacunas anuales que le tocaban ya, y no pude evitar sorprenderme al comprobar la cantidad de servicios de ofrecen a nuestras mascotas pues, ni yo misma he las he probado.
Pero como digo, este sentimiento de sorpresa duró solo unos instantes pues, enseguida pensé en todo lo que yo haría por ayudar a mi perro, y de ahí pasé a pensar en todo lo que ellos nos dan, a veces incluso arriesgando su vida.
Historias de animales que salvan vidas
Gibbs es un perro de 27 kilos que acompaña a Alida Knocloch, su duela de tres años, a todas partes. La niña padece una enfermedad pulmonar y apenas podría moverse si no fuera porque Gibbs carga con una pesada bombona de oxígeno en su lomo de la cual sale un tubo que va directo a la nariz de la pequeña. Gracias a este animal, la niña puede caminar, moverse con casi total libertad y sentirse una niña normal, eso sí, con su adorable e inserpadable amigo pegado a ella.
La niña, va en bicicleta mientras Gibbs trota a su lado, juega tirada en el suelo con sus juguetes mientras él descansa tumbado a su lado, y la acompaña, moral y físicamente en todo.
Amy Jung tiene 26 años, y su hijo Ethan tan solo ocho años de edad. Ambos decidieron ir de visita a un refugio de animales en Winsconsin, estado en el que residen. Allí conocieron a Pudding, un gato anaranjado que los cautivó desde el primer momento. Esa noche, sobre las 21:30, se fueron a dormir y Amy empezó a sufrir convulsiones. La joven sufre de diabetes tipo 1, y su nivel de azúcar en sangre se había desplomado. El gato, que estaba a su lado, se alarmó y subió a la cama al verla agitarse y ella, con dificultad, musitó “Ethan”. El gato corrió hasta el cuarto del pequeño y lo despertó saltando sobre la cama, Ethan fue al cuarto de su madre y al ver lo que estaba pasando llamó a su padre, quien estaba de viaje, y éste le indicó que debía hacer para ayudar a su madre. El pequeño inyectó el medicamento que necesitaba su madre en su brazo, salvándole la vida, así que en esta historia tenemos dos héroes, Pudding y Ethan.
Renata Di Pietro quedó prácticamente ciega con el paso de los años. De niña veía perfectamente, pero a partir de los 23 años empezó a perder visión. En 2005 empezó a depender de perros guía y en 2009, cuatro años después, decidió probar una idea que tuvo: adiestrar a un potro para que la ayudara en su vida diario. No tiene coche, ni puede ir muy lejos, pero cada día Angel, su potranca, la acompaña a todas partes. Se pone delante de ella para que choque contra su lomo si hay algún obstáculo en su camino y cuando hay escaleras y aceras, la potranca golpetea el suelo con el casco de sus patas para avisar a Renata. Su intención es que, dentro de poco, Angel tire de tu silla de ruedas llevándola a todas partes.
Yogi es un golden retriever de 6 años que vive con Paul Horton, un parapléjico de 59 años que antes del accidente que sufrió practicaba mucho deporte en bicicleta. Fue en 2010 cuando paseaba por las calles de su barrió al lado de Yogi, quien trotaba a su lado. Al volver a casa, pasó por un pequeño desnivel de unos 23 centímetros de alto y, al pasar por él, la rueda delantera chocó y se torció completamente provocando que Horton cayera de golpe contra el sueño de cabeza contra el asfalto, y sin casco. Al despertar, vio a su perro a su lado, que no se había movido de allí, acompañándolo, y al intentar levantarse se dio cuenta de que sus piernas no respondían. La boca se le estaba llenando de sangre, tenía algún tipo de hemorragia interna y no podría moverse, así que se arriesgó y dijo con voz débil: “Ve a casa, ve a por Shearon”.
Shearon es la esposa de Horton pero Yogi no quería abandonar a su dueño así que él siguió repitiendo esas palabras hasta que consiguió que el perro empezara a correr. Yogi iba camino a casa cuando vio a sus vecino, Bruce y Maggie Tate, caminando por la calle. Se acercó a ellos y se alejó repetidas veces intentando llamar su atención hasta que consiguió que lo siguieran. Les llevó hasta Horton y pidieron ayuda de inmediato.
Ahora, después de conocer todas estas historias, ¿sigues pensando que esas terapias alternativas que pueden mejorar su calidad de vida son demasiado para un simple perro? Yo creo que no.