En la vida hay que tomar decisiones que luego se arrastran durante toda la vida. El elegir un equipo de fútbol puede ser banal y cambiable. El elegir un colegio u otro pues también. Sin embargo, cuando decides ser padre, ya eres consciente de que eso te cambiará la vida por completo. Pasas a ser responsable de una vida y la vida no es igual. Pues bien, lo mismo ocurre cuando decides opositar. En mi opinión es como tener un hijo, no es de esas cosas que uno se pueda echar atrás, y si lo haces, debes de ser consciente de que lo se pierde por el camino.
Y es que cuando me reúno con amigos y de repente a uno se le ocurre la genial idea de decir “voy a opositar”, me recorre el cuerpo un escalofrío. Una mezcla entre enfado y desconfianza. Y es que como digo, es como cuando escucho lo de “voy a ser padre”. Ale, así a la ligera. Son decisiones en la vida que hay que analizar y sobre todo, tener una parte de responsabilidad. Quizás porque yo estuve durante cinco años de mi vida opositando, por eso me sienta tan mal que la gente se tome una oposición como una lotería. Parece que es algo que cae del cielo.
Os pongo un ejemplo que me ocurrió recientemente. Estábamos en una barbacoa con unos amigos y nos enteramos de que a la mujer de mi amigo le acaban de echar del trabajo. Después de animarla y decirle que “es lo mejor que te puede pasar en la vida”, ya se sabe que es una frase hecha que se usa mucho en estos momentos. Pues hablamos de futuro. Y me dejó sin palabras cuando dijo que entre sus proyectos de futuro estaba el de opositar. ¿Y eso?, pregunté yo. Y de repente me saltó, “pues porque yo me concentro muy bien”. Es decir, que porque pensaba que tenía tiempo y se concentraba muy bien, podría ser capaz de sacar la oposición.
Mi cara fue un poema por lo que tuve que preguntar que me resultaba extraño esa decisión. Que yo había estado casi cinco años para sacarme la plaza y no era fácil, eran muchos sacrificios. Pero ya la jugada final, la gota que colmó el vaso de mi paciencia fue cuando me dio otro argumento para opositar. “Clara se pone en la terraza en la tumbona con los apuntes de la oposición y en un verano lo saca”. La verdad es que aún recuerdo ese momento. Si hubieran sacado mi cara hubiera sido una mezcla entre “tú eres tonto chico, o te piensas que el tonto soy yo”. Ahí se acabó la conversación. Como era previsible, y lógico, un año después esa chica sigue en paro y no se ha molestado en ni buscar trabajo. Ahora bien, la oposición se la podía sacar en tres meses.
Cómo lo ve el resto
Por cosas como estas son las que me enfado cuando la gente infravalora una oposición. Y es que parece que el que se la ha sacado se la han regalado. Detrás de una plaza de oposición hay muchas, pero muchas horas de sacrificio. De no dormir para poder estudiar. De No quedar con los amigos para seguir estudiando. De no hacer fiestas familiares para estudiar más. De pensar que la semana no son cinco días de trabajo y dos de descanso, cuando opositas son siete días de estudio constante.
Cómo lo ves tú
Y es que sacar una oposición es una carrera de obstáculos que tienes que ir saltando poco a poco. Además hay que estar mentalizado para poder soportar la presión. Y si después de tanto estudiar no la sacas, ¿qué? Pues tienes que estar preparado para ese momento. Por eso, yo siempre recomiendo preparar una oposición en una academia, en mi caso lo hice en Preparadores de Valladolid. Ellos te asesoran, además tienen todos los hábitos y recomendaciones para poder sacarla.
En los tiempos que corren, además, estos lugares se han amoldado a la nueva situación y muchos cursos se pueden hacer de manera on line. Ahora bien, sea de nuevo presencia o telemático, lo que esta claro es que eres tú el que tienes que hincar los codos y luchar por sacar la oposición.
En mi caso fueron cinco años, mucha gente está más, de sacrificios que posteriormente merecen la pena. Eso sí, que nadie dude de que cada euro de mi sueldo me lo he ganado con creces. Insisto, esto no es ninguna lotería.