Trabajar desde un coworking, una forma de cuidar el medio ambiente

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Trabajar desde un espacio de coworking puede tener beneficios medioambientales significativos que a menudo pasan desapercibidos frente a las ventajas más visibles, como el ahorro económico o la mejora de la productividad. Sin embargo, cuando se analiza con detalle el impacto colectivo del uso compartido de recursos, queda claro que esta modalidad de trabajo también contribuye de forma positiva a la sostenibilidad del entorno.

Uno de los aspectos más destacados es la reducción en el consumo energético. En lugar de que cada profesional o pequeña empresa mantenga una oficina individual con sus propios sistemas de iluminación, climatización, equipos informáticos y servicios generales, los espacios de coworking centralizan estas necesidades en un solo lugar. De esta manera, esto permite una gestión mucho más eficiente de la energía, gracias a instalaciones optimizadas, iluminación LED, sistemas de climatización controlados y políticas activas de ahorro energético que muchos coworkings implementan como parte de su filosofía. Cuantos más trabajadores se concentren en un mismo espacio, menos gasto energético representa cada uno en comparación con una oficina tradicional.

Además, los coworkings suelen estar ubicados en zonas céntricas o bien conectadas por transporte público, lo que reduce la dependencia del coche privado. Al tener acceso fácil en bicicleta, caminando o en metro, se disminuye la huella de carbono relacionada con los desplazamientos diarios al trabajo. Esta menor necesidad de transporte individual no solo reduce las emisiones de gases contaminantes, sino que también contribuye a descongestionar las ciudades y mejorar la calidad del aire.

La eficiencia en el uso de materiales y mobiliario también tiene un peso importante. En un coworking, los escritorios, sillas, impresoras y otros elementos se comparten entre muchos usuarios, lo que implica una menor producción y consumo de bienes. Tal y como apuntan los profesionales de Mitre,126 Workspace, en lugar de tener una infraestructura duplicada en cada oficina privada, se optimizan los recursos existentes, se prolonga su vida útil y se reduce la generación de residuos. Muchos espacios de coworking, además, adoptan políticas de reciclaje, compostaje y reducción del uso de plásticos, alineándose con una cultura ambientalmente responsable.

Además, en periodos estacionales como puede ser el invierno y el verano, especialmente en ciudades con temperaturas extremas, los coworking también contribuyen a una menor contaminación. Es decir, cuando muchos trabajadores acuden a este tipo de oficinas en lugar de trabajar desde sus propias casas, se optimiza el uso de la calefacción o del aire acondicionado, limitando o reduciendo la cantidad de aparatos de aire acondicionado en funcionamiento.

¿En qué ciudades españolas hay un mayor número de coworkings?

En España, el fenómeno del coworking ha experimentado un crecimiento exponencial en la última década. Frente al esquema tradicional de oficina, los espacios de coworking ofrecen flexibilidad, ahorro, comunidad y un entorno estimulante para la innovación. En este contexto, varias ciudades españolas se han consolidado como referentes en este modelo de trabajo compartido, tanto por la cantidad de espacios disponibles como por la calidad de su oferta y el dinamismo de sus ecosistemas profesionales.

Madrid, como capital del país y principal núcleo económico, encabeza la lista de ciudades con más espacios de coworking. La ciudad ofrece una red muy amplia de centros adaptados a diferentes perfiles: desde freelancers hasta grandes corporaciones que optan por espacios flexibles para sus equipos. Zonas como Chamberí, Salamanca, Malasaña o el distrito financiero de Azca concentran muchos de estos lugares. Madrid se ha convertido, además, en un punto clave para la innovación, gracias al crecimiento de startups, aceleradoras y hubs tecnológicos que encuentran en el coworking un espacio ideal para desarrollarse.

Barcelona es otra de las grandes protagonistas del coworking en España. Con su atractivo internacional, clima mediterráneo, calidad de vida y ecosistema emprendedor consolidado, la ciudad catalana atrae a numerosos profesionales extranjeros y nómadas digitales. Zonas como el Eixample, Poblenou o el barrio Gòtic acogen algunos de los espacios más destacados del país. Barcelona combina un fuerte componente tecnológico con una cultura creativa muy activa, lo que la convierte en un lugar ideal para diseñadores, programadores, artistas y expertos en marketing digital.

Valencia ha ido ganando terreno en el mapa del coworking nacional. Su menor coste de vida, la mejora de infraestructuras y el impulso de iniciativas como Las Naves o La Marina de Empresas han convertido a esta ciudad en un polo emergente para el talento joven. Muchos coworkings valencianos destacan por su enfoque colaborativo, su integración en espacios culturales o industriales rehabilitados y su cercanía a la playa.

Málaga, por su parte, ha sorprendido en los últimos años por su transformación digital y su capacidad para atraer inversiones tecnológicas. El llamado “Silicon Valley del sur de Europa” ha visto un aumento en la demanda de oficinas compartidas por parte de startups y profesionales vinculados a la ingeniería, el desarrollo de software y la ciberseguridad.

Otras ciudades como Bilbao, Sevilla o Palma también están desarrollando una red de coworkings que responde a sus particularidades locales. Bilbao, con su perfil industrial y tecnológico, apuesta por espacios que integran diseño y sostenibilidad. Sevilla combina tradición y modernidad con coworkings en edificios históricos adaptados a la nueva era laboral. Palma, con su gran población extranjera y su vocación turística, ha creado espacios que combinan trabajo, bienestar y comunidad.

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