Cuando pensamos en la contaminación o en el deterioro del planeta, solemos imaginar chimeneas industriales, coches emitiendo humo o plásticos flotando en el mar. Encima, hay un sector que, aunque muchas veces pasa desapercibido en la conversación diaria, es responsable de una enorme huella ecológica: el de la construcción. Levantar edificios, carreteras o viviendas no es un proceso inocuo para la Tierra, ya que involucra un consumo masivo de recursos, emisiones de gases de efecto invernadero y alteraciones en los ecosistemas.
Lo bueno es que actualmente estamos en un momento de inflexión.
La conciencia ecológica está transformando la manera en la que construimos, y cada vez más arquitectos, empresas y ciudadanos se hacen la misma pregunta: ¿podemos edificar sin destruir? La respuesta es esperanzadora, porque, aunque el impacto existe y es profundo, las soluciones ya están en marcha.
Construir contamina más de lo que imaginas.
El sector de la construcción es uno de los mayores consumidores de materias primas del mundo. Se calcula que alrededor del 40 % de la energía total que usamos se destina a edificios y que casi un tercio de las emisiones globales de CO₂ está vinculado a este sector. Cada ladrillo, cada metro de cemento y cada estructura metálica dejan una marca en el medio ambiente.
Entre los factores que más pesan encontramos:
- Consumo de recursos naturales: la extracción de arena, piedra, arcilla o madera para levantar infraestructuras desgasta paisajes, genera pérdida de biodiversidad y a menudo conlleva deforestación.
- Altas emisiones de CO₂: el cemento, por ejemplo, es uno de los materiales más contaminantes. Su producción es responsable de aproximadamente el 8 % de las emisiones globales de dióxido de carbono.
- Desperdicios y residuos: la construcción genera toneladas de escombros, plásticos y restos de materiales que, si no se gestionan bien, acaban en vertederos saturados.
- Consumo energético durante la vida útil: un edificio contamina durante su construcción, pero también lo hace a lo largo de su uso, a través de sistemas de calefacción, aire acondicionado o iluminación poco práctica.
Así es: la construcción es, sin duda, una de las industrias más determinantes para el futuro climático.
Más allá de los números.
Las cifras globales ya son alarmantes, pero si bajamos al detalle, el impacto del sector de la construcción se vuelve aún más palpable. Y es que construir no consiste únicamente en levantar paredes; se debe modificar un entorno natural para darle otro uso, y esto acarrea consecuencias ecológicas que no siempre se ven a simple vista, como, por ejemplo:
- Deforestación y pérdida de hábitats naturales: cuando un terreno se urbaniza, se arrasa con la vegetación original y se desplaza a las especies animales que habitaban allí. Por desgracia, ese bosque o humedal que desaparece no vuelve.
- Contaminación del agua: los procesos de construcción suelen contar con vertidos de sustancias químicas, pinturas o disolventes que pueden filtrarse a ríos y acuíferos.
- División del territorio: grandes carreteras o urbanizaciones dividen ecosistemas, impidiendo que los animales se desplacen y afectando al equilibrio natural.
- Calor urbano: en las ciudades, el exceso de cemento y asfalto crea el llamado efecto “isla de calor”, que eleva la temperatura y aumenta la necesidad de refrigeración, cerrando un círculo de más energía y más emisiones.
Es decir, construir de la manera tradicional tiene un precio que no pagamos nosotros de forma directa, pero sí el planeta y sus especies.
Pero no todo está perdido.
Que el problema exista no significa que no haya salida, y afortunadamente, el cambio ya está en marcha: a través del uso de materiales sostenibles, Orbe Medioambiente sostiene que el impacto medioambiental puede verse claramente reducido, además de plantear otras soluciones:
- Materiales sostenibles.
Como hemos mencionado, uno de los puntos clave está en el propio corazón de la construcción: los materiales. La elección entre un hormigón convencional o un hormigón verde hace que el proceso de construcción no sea tan destructivo.
Hoy día existen alternativas como:
- Maderas certificadas, que provienen de bosques gestionados de manera responsable.
- Cementos ecológicos, con menor contenido en Clinker, que reducen las emisiones de CO₂.
- Materiales reciclados, como plásticos o vidrios que encuentran una segunda vida en el sector de la construcción.
- Pinturas y barnices sin tóxicos, que no liberan compuestos dañinos al aire.
Si se sustituyen los materiales más tóxicos por este tipo de materiales más ecológicos, el cambio se nota, y el planeta no sufre ni ahora, ni en el futuro.
- Eficiencia energética.
No basta con construir; hay que pensar en cómo funcionará el edificio durante décadas. Los proyectos que integran aislamiento térmico de calidad, placas solares, sistemas de ventilación natural o iluminación LED consiguen que el consumo energético se reduzca al mínimo.
- Economía circular.
Otra solución pasa por entender que los residuos de hoy pueden ser los materiales del mañana. La economía circular aplicada a la construcción implica reutilizar, reciclar y diseñar pensando en el ciclo completo de vida de un edificio. Así se evita que toneladas de escombros acaben en vertederos.
- Urbanismo verde
El impacto de la construcción no depende solo de los edificios individuales, sino de cómo se planifica la ciudad en su conjunto. Diseñar urbes con más zonas verdes, techos vegetales, huertos urbanos y transporte sostenible reduce el estrés ambiental y mejora la calidad de vida.
Innovaciones que destacan.
Más allá de las soluciones convencionales, hay proyectos que parecen sacados de la ciencia ficción y que ya están empezando a hacerse realidad.
- Edificios de energía “positiva”, que no solo consumen menos, sino que además son capaces de generar más energía de la que necesitan gracias a las energías renovables.
- Hormigón autorreparable, que contiene bacterias que sellan grietas de manera natural, alargando la vida útil de las estructuras.
- Impresión 3D con materiales reciclados, capaz de levantar viviendas con menor gasto energético y menos residuos.
- Bioconstrucción que se inspira en la naturaleza y utiliza materiales como el barro, la paja o la cal, pero con un enfoque moderno y eficiente.
La construcción sostenible ya no es una utopía, sino una tendencia imparable.
Construcción sostenible, una forma de actuar beneficiosa para todos.
Cuando hablamos de sostenibilidad solemos pensar únicamente en el medio ambiente, pero la verdad es que los edificios donde vivimos y trabajamos influyen directamente en nuestra salud y bienestar. Pasamos más del 80 % de nuestro tiempo en espacios cerrados, así que el modo en que se diseñan esos lugares puede mejorar o empeorar nuestra calidad de vida.
Un edificio con buena ventilación natural, materiales sin tóxicos y suficiente entrada de luz solar reduce problemas respiratorios, alergias y estrés. El simple hecho de tener vistas a un jardín o contar con techos verdes en la ciudad se traduce en más bienestar psicológico y sensación de calma. De la misma forma, el aislamiento acústico adecuado evita la contaminación sonora, que a menudo pasa desapercibida pero afecta de forma notable a la salud.
Además, una construcción pensada desde la sostenibilidad es también más económica a largo plazo, ya que un hogar eficiente en consumo energético contamina menos y nos ayuda a ahorrar en facturas de luz y climatización. Es decir, invertir en un urbanismo verde no es únicamente cuidar del planeta: es mejorar nuestra vida diaria, y eso lo convierte en un camino con beneficios colectivos que van más allá de lo ambiental.
Todos podemos ayudar.
Aunque gran parte de la responsabilidad recae en las empresas y en las administraciones, los ciudadanos también podemos impulsar el cambio. Al fin y al cabo, el mercado responde a la demanda, y cada decisión cuenta.
Tú también puedes ayudar, y estas son las maneras:
- Escoge viviendas que funcionen bien: es importante buscar certificaciones energéticas altas al alquilar o comprar puede marcar la diferencia.
- Si debes hacer reforma, que sea sostenible: cambiar ventanas, aislar techos o instalar paneles solares en casa reducirá emisiones y rebajará tu factura de la luz.
- Apoya siempre a políticas verdes, que se centren en exigir más zonas verdes en los barrios o que participen en consultas públicas sobre urbanismo.
- Mantén la conciencia colectiva: trata el tema y aporta visibilidad al impacto de la construcción para que más gente lo entienda y lo valore.
La construcción seguirá siendo necesaria, porque necesitamos viviendas, hospitales, escuelas y carreteras, y por eso el secreto del éxito no está en dejar de construir, sino en hacerlo de una manera que comprometida con la salud del planeta.
La buena noticia es que el cambio no es un sueño lejano: está en marcha y ya es posible ver proyectos que funcionan, como los que hemos visto a lo largo de este artículo.
Si hasta ahora hemos levantado ciudades que consumen más de lo que devuelven, el reto de este siglo es el contrario: construir espacios que aporten, que generen oxígeno, energía limpia y bienestar. Porque, aunque quizá no lo supieras, el impacto de las construcciones en el medio ambiente es enorme. Y precisamente por eso, cada paso hacia la sostenibilidad importa.