Así ayuda la música a tu organismo.

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Hay cosas en la vida que parecen mágicas: mirar el mar, acariciar a tu gato mientras duerme hecho bolita, o dejar que una canción te atraviese por dentro. La música es una de esas fuerzas invisibles que no vemos, pero sentimos. Y lo que quizá no sabías es que no solo se queda en una sensación bonita o en un subidón momentáneo: la música tiene efectos reales en tu cuerpo, en tu mente y en tu salud.

En este artículo vamos a meternos de lleno en el viaje musical del cuerpo humano, y te prometo que, cuando termines de leer, vas a tener aún más ganas de ponerte tus auriculares y perderte en tu lista de reproducción favorita.

Beneficios mentales, físicos y emocionales: un trío musical imbatible

Según la profesora de piano Kristina Kryzanovskaya, la música tiene beneficios mentales, físicos y emocionales.

Y lo mejor es que todos se potencian entre sí.

Cuando escuchas música que te gusta, tu mente se relaja y produce sustancias químicas que te hacen sentir mejor. Esa mejora mental se refleja en el cuerpo: el corazón se estabiliza, respiras mejor, los músculos se aflojan. Y emocionalmente, conectas contigo mismo, entiendes tus sentimientos y recuperas energía.

No hay muchos estímulos que tengan ese poder tan completo. Por eso, la música es una herramienta real de bienestar, y vamos a ver a continuación como influye en nuestro organismo.

La música no entra por los oídos, entra por todo el cuerpo.

Lo primero que hay que entender es que, aunque escuchamos con los oídos, el sonido se convierte en impulsos eléctricos que nuestro cerebro interpreta y distribuye como si fuera el director de orquesta de una sinfonía interior. Cada nota, ritmo o melodía genera una reacción. Y no, no es un decir poético: el sistema nervioso, el sistema cardiovascular y hasta la musculatura responden de formas distintas según la música que escuches.

¿Un ejemplo rápido? Las canciones con tempo rápido pueden acelerar el ritmo cardíaco y activar el sistema simpático (el que se enciende cuando tienes que estar alerta). En cambio, la música suave y lenta reduce la frecuencia cardíaca y activa el sistema parasimpático, que te ayuda a relajarte ¡Es pura ciencia!

La mente, el primer órgano que se alegra con la música.

¿Has notado cómo cambia tu estado de ánimo solo con poner tu canción favorita? Eso no es casualidad. Uno de los grandes poderes de la música es el impacto que tiene en el cerebro, ya que cuando escuchas música que te gusta, tu cerebro libera dopamina, el neurotransmisor del placer; es el mismo que se activa cuando comes algo rico, cuando recibes un abrazo que necesitabas o cuando ves un vídeo de gatitos.

Pero la dopamina no viene sola. La música también puede aumentar los niveles de serotonina y oxitocina, que generan bienestar emocional, reducción del estrés y sensación de conexión con los demás. Por eso, cuando cantas con amigos o vas a un concierto, sales sintiéndote más feliz y unido al resto.

Además, la música tiene un efecto terapéutico en trastornos como la ansiedad, la depresión o incluso el insomnio. La musicoterapia se utiliza cada vez más en tratamientos psicológicos, porque ayuda a regular las emociones, liberar tensiones y expresar lo que a veces no se puede poner en palabras.

Corazón, el ritmo de la vida.

El corazón también se sincroniza con la música, es por ello que escuchar determinadas canciones puede regular la presión arterial y reducir la frecuencia cardíaca, lo cual es buenísimo si estás pasando por una época de estrés o sufres de hipertensión.

Incluso se han hecho estudios en hospitales donde los pacientes escuchaban música suave antes o después de una operación, y los resultados eran claros: menor ansiedad, recuperación más rápida y menos necesidad de medicación para el dolor, ya que el cuerpo responde mejor cuando se siente acompañado por una melodía.

Pero no todo es relajación: el corazón también se activa con música animada. Por eso, muchas personas usan listas con ritmos marcados para entrenar o salir a correr.

Respiración y sistema nervioso.

Cuando escuchas música relajante (como sonidos de la naturaleza, cuencos tibetanos o instrumentales suaves) tu respiración se vuelve más lenta y profunda. Esto activa la parte del sistema nervioso que nos ayuda a calmarnos, digerir bien y dormir mejor.

En contextos de ansiedad, una simple lista de reproducción puede convertirse en una herramienta de autocuidado, y no nos referimos solamente a poner música de fondo, ya que practicar respiración consciente mientras escuchas canciones lentas potencia el efecto calmante y te ayuda a volver a ti mismo cuando todo parece ir demasiado rápido.

El cuerpo se mueve (y lo agradece).

Bailar, moverte, incluso dar golpecitos con los pies o los dedos… todo eso son respuestas corporales a la música. Y no solo son espontáneas: también son saludables. El movimiento al ritmo musical activa músculos, mejora la circulación y libera tensiones físicas acumuladas.

¿Sabías que la danza se utiliza en terapias físicas y cognitivas para personas mayores? Ayuda a mantener el equilibrio, la coordinación y la memoria, y lo mismo ocurre con aquellos que tienen enfermedades neurológicas: pacientes con Parkinson mejoran su movilidad con sesiones rítmicas que estimulan su sistema motor.

El poder emocional de una canción.

A veces, una canción nos pone los pelos de punta, nos hace llorar o nos despierta recuerdos muy concretos. Esa reacción emocional profunda tiene su explicación científica: la música activa el sistema límbico, la parte del cerebro encargada de las emociones y la memoria.

Por eso hay canciones que te devuelven a un momento específico de tu vida, ya que la música es como una cápsula del tiempo que guarda emociones enteras, y cada vez que la escuchas, revives esos sentimientos.

Cuando necesitas llorar, pero no puedes, cuando estás enfadado y no sabes por qué, o cuando tienes el corazón hecho un lío… una canción puede ser justo lo que necesitas para desbloquearte.

Dormir mejor gracias a la música.

Si te cuesta conciliar el sueño, la música también puede ser tu aliada. Numerosos estudios demuestran que escuchar música tranquila antes de dormir mejora la calidad del sueño, reduce el tiempo que tardas en dormirte y disminuye los despertares nocturnos.

El truco está en elegir canciones con un tempo lento (entre 60 y 80 BPM), sin letra o con voces suaves, y evitar canciones que te activen demasiado.

En el embarazo, en la infancia… y toda la vida.

La música acompaña desde el vientre materno ¿Lo sabías? Los bebés pueden oír sonidos desde la semana 20 de gestación, y responder a estímulos musicales. Por eso, muchas embarazadas ponen música clásica o suave para conectar con su bebé.

En la infancia, la música tiene un papel fundamental en el desarrollo del lenguaje, la coordinación motora, la atención y la creatividad. Y en la vejez, ayuda a mantener vivas las conexiones neuronales, especialmente en personas con Alzheimer u otras demencias, donde una canción puede abrir ventanas que la memoria parecía haber cerrado.

¿Y qué tipo de música es mejor?

¡Depende de para qué! Puedes guiarte según esto:

  • Para concentrarte, suele funcionar bien la música instrumental, el lo-fi, el jazz suave o las bandas sonoras sin letra.
  • Para relajarte, la música clásica, ambiental, acústica o de meditación es muy útil.
  • Para hacer ejercicio, elige ritmos marcados, con energía, tipo pop, rock, electrónica o reguetón (sí, también vale).
  • Para expresar emociones, usa canciones que conecten contigo en ese momento. A veces necesitas gritar con una balada dramática y otras veces necesitas bailar hasta sudar.

El secreto está en usar la música como una herramienta adaptada a lo que necesitas en ese momento. No hay estilos buenos o malos: hay momentos para cada uno.

Un recurso que, sin duda, deberíamos usar más.

Esta sociedad cada vez nos quiere más rápidos, distraídos y por qué no decirlo, tristes, y por ello olvidamos fácilmente que existen cosas sencillas que nos devuelven el equilibrio, como la música, la cual está al alcance de todos: no cuesta nada, no requiere conocimientos y puedes llevarla contigo a todas partes.

Por ello numerosos profesionales de la salud mental, profesores, motivadores personal y demás aconsejan todos lo mismo: integrar la música en nuestras rutinas es lo mejor, porque saben que funciona. Y no hace falta esperar a estar mal para aprovecharla: también se puede usar como prevención, como cuidado diario, como forma de recargar energías.

Así que desde aquí te animamos a crear tus propias listas de reproducción según tu estado de ánimo, o según el objetivo: una para relajarte, otra para activarte, una más emocional, otra instrumental. Incluso puedes tener una lista de «primeros auxilios emocionales» para esos días grises en los que nada parece tener sentido.

Lo importante es no ver la música como un fondo o un ruido más, sino como una forma de autocuidado. Es tu aliada. Está contigo en los días buenos, en los malos, en los normales. Y si la usas bien, puede ayudarte más de lo que imaginas.

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