La peor batalla de nuestra vida

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Solo sabemos que no sabemos nada. Podría ser una frase filosófica, como en sí lo fue aquella primera vez que Descartes la pronunció en primera persona del singular, pero ahora no va dirigida a la filosofía del saber general, sino más bien al Covi19. Ese virus, que llevaban anunciando los expertos científicos virólogos desde hace años y que, tal y como vaticinaban, ha llegado, está arrasando nuestro modo de vida (que no el planeta, y esto hay que dejarlo claro). De hecho, el planeta está más vivo que nunca.

Los animales, antes alejados de las urbes, empiezan a adentrarse en las mismas, conquistando terreno, al no notar peligro humano en ellas. Por eso hemos podido ver delfines en los canales de Venecia, una nutria en la zona urbana del Manzanares, Jabalíes en la capital española, etc. En otras palabras, la falta del ser humano en las calles ha aliviado al mundo y le ha dado un poco de aire pues no solo han bajado los niveles de contaminación, sino que los animales empiezan a campar a sus anchas y eso, queramos verlo o no, es lo natural. Lo que no es natural es nuestro modo de vida.

Sea como fuere, el coronavirus va a cambiar ese modo de vida. Desgraciadamente dudo mucho que en el sentido en el que más nos interesa a muchos, que sería dando un respiro al planeta gracias a la concienciación medioambiental de toda la sociedad, pero os aseguro que va a cambiar. Por un lado, la economía se va a ir al traste, ya hablan de una crisis similar a la del Crac del 29, es decir, un desastre, sobre todo para los países que, como España, son demasiado dependientes del turismo. Pero lo que me preocupa a mí ahora no es la economía, sino la salud. Hay más de dos millones de contagiados en el mundo y casi 130.000 fallecidos, y la cosa no ha acabado aún.

Cooperación

Siempre hay quien mira para sí mismo, y no hablo de países porque es lógico que el Gobierno de un país busque ayudar a sus ciudadanos antes que a los ciudadanos del país vecino, aunque eso también es discutible, sobre todo si hablamos de “Europa” por ejemplo, donde todos los países deberían colaborar, tanto en los sanitario como en lo económico, pero aquí ya entramos en temas políticos. Lo importante es que son muchos los que quieren poner su granito de arena.

Costureras cosiendo sin parar mascarillas para sanitarios, para trabajadores de residencias de ancianos, para personal de limpieza… personas en su casa fabricando mascaras de plástico transparente que cubren toda la cara para poder ayudar con lo que tienen o saben hacer, y técnicos creando respiradores con impresoras 3D para poder dar más posibilidades a los enfermos que no consiguen cama en las UCI de los hospitales generales ni los de campaña.

Son muchos los que quieren ayudar, algunos lo consiguen y otros nos tenemos que conformar con quedarnos en casa para intentar no tener un repunte de contagios y que la curva siga bajando en nuestro país, pero esa última herramienta de la que os he hablado, las impresoras 3D, parece que van a ser clave en esta lucha contra el covid19.

Ya sabíamos que gracias a ellas podemos fabricar millones de cosas con una rapidez mucho mayor de la que se fabrican por otros medios, incluso podemos crear maquetas a tamaño real de órganos humanos con las que cirujanos pueden ensayar operaciones, lo que salva muchas vidas. También son capaces de crear miembros protésicos para aquellos que han perdido un brazo, o una pierna, y ahora son capaces de crear máscaras para sanitarios, respiradores para enfermos y mucho más. ¿Son las impresoras 3D nuestra salvación?

Hemos hablado con Sicnova3D y  nos han dicho mucho más, y es que también existe un modelo de impresora que, con los materiales adecuados (fármacos) es capaz de imprimir medicamentos personalizados que salvan vidas.

Actualmente no se ha dado aún con esa medicina que consiga sanar a los contagiados, aunque son muchos los estudios que hablan sobre los beneficios de ciertos antivirales, como los que luchan contra el VIH por ejemplo. Sin embargo, aunque no hayamos dado con la clave aún, también son muchos los científicos que creen que esa medicina milagrosa se encuentre a caballo entre varios antivirales e incluso medicamentos que ya no se usan en la actualidad pero sí se usaron contra la gripe hace algunos años, e incluso contra el ébola. Y ¿dónde entran en todo esto las impresoras 3D? pues si se consigue dar con ese nuevo medicamento elaborado a partir de otros que ya teníamos se puede poner a trabajar a miles de impresoras 3D con los parámetros adecuados y las cantidades medidas de fármacos exactas con el fin de que fabriquen la medicación “a medida” que necesitamos en tiempo record para todo el planeta.

Tal vez pensadas como impresoras al uso no tengan demasiado sentido en todo esto, pero pensadas como instrumentos para la creación de fármacos y herramientas de trabajo para los sanitarios son Oro hoy en día, y tal vez fuese una buena idea que el Gobierno se hiciera con todas las que pudiera ahora mismo, antes de que también haya desabastecimiento porque todos los países quieren comprarlas… ¿o no?

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