Agua potable en cada rincón

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Estoy cansada de ver cómo por todo el planeta aparecen fantásticas mentes capaces de hacer milagros mientras que los que pueden hacer realidad dichos milagros se quedan de brazos cruzados. Lógicamente esos “milagros” no son tales, sino que es ciencia, bendita ciencia que lejos de fastidiar aún más lo que nos queda de planeta, puede ayudarlo a seguir adelante, tanto al ecosistema como a nosotros mismos.

El niño que domó al viento, de Netflix, basada en una historia real, narra la vida de William Kamkkwamba, de la República de Malaui, quien consiguió crear una turbina para salvar a su pueblo del hambre. Gracias a él, su pueblo puede disfrutar hoy en día de agua potable y ¿sabéis que fue lo que usó para conseguir tal hazaña? Árboles de goma azul, piezas de bicicleta y materiales recolectados en un desguace local.

No es la primera vez que veo este tipo de acto altruista nacido de la mente brillante de alguien con ganas de hacer algo por los demás, de ayudar a conseguir calidad de vida a un grupo de personas que, por aquel entonces, no tenía acceso al agua potable, pero ver esta película ha vuelto a avivar en mí la eterna pregunta del por qué. Si somos capaces de mejorar las cosas, ¿por qué no lo hacemos? Si somos capaces de ayudar a nuestro ecosistema ¿por qué no lo hacemos? Si somos capaces de dar vida donde apenas la hay ¿por qué no lo hacemos?

La empresa nacional InmaWater Technology, experta en la creación de plantas de tratamiento de agua, nos ha asegurado que gracias a los filtros de carbón activo y filtros de arena (totalmente naturales) podrían crearse turbinas y plantas de depuración de agua para dar servicio a cada rincón del planeta sin un coste demasiado elevado y usando procedimientos totalmente naturales. De este modo, si bien es verdad que seguiríamos dependiendo en gran medida de las lluvias para proveernos de agua dulce, la realidad es que se podría potabilizar agua de ríos, estanques o lagos, consiguiendo así que miles de personas tuvieran acceso a ella en sus hogares. Esto, por no hablar de que con las plantas desaladoras podríamos conseguir también transformar el agua salada en agua potable, lo que aún ayudaría aún más a la situación actual.

Pero la realidad es que, aunque un niño que es expulsado de su escuela por no poder pagar la cuota mensual es capaz de crear turbinas que proveen de agua potable a todo su pueblo, los países más desarrollados somos incapaces de crear plantas depuradoras con materiales reciclados y naturales con el fin de que todos tengamos acceso a algo tan básico como el agua potable.

Datos reales

Lo más triste de todo esto es que si no hacemos algo nuestro planeta dejará de ser el que es actualmente. Del mismo modo en el que el cambio climático está afectando a miles de cosas, la falta de agua potable hará que la vida en ciertas regiones del mundo cambie radicalmente. Según la Fundación Aquae en 2050 se consumirá cerca de un 44% más de agua, pero la cantidad de agua que tiene nuestro planeta no ha disminuido ni aumentado en los últimos dos mil millones de años, estando el 90% de la misma en los océanos.

Estos datos vienen a decir que solo el 2,5% del agua que hay en la Tierra es agua dulce, y sólo el 0,0007% del agua es potable, una cantidad que se reduce año tras año debido a la contaminación, lo que provoca que más de 1.200 millones de personas carezcan de acceso a  fuentes de agua potable y que millones de mujeres y niños caminen más de 10 kilómetros diarios para conseguir agua potable.

Y todo esto sabiendo que nosotros tenemos la llave que abriría la puerta del agua a toda esa cantidad de personas. Hay quien dice que es la selección natural y que si esas personas no murieran por falta de agua otras deberían morir por otras causas para que nuestro planeta tuviera un equilibrio, porque dicen que somos demasiados en este pequeño punto del universo agotando sus recursos. Hay quien dice muchas barbaridades, basadas o no en datos reales, pero yo no creo en ninguna de esas personas, yo creo en todos los Kamkkwamba que son capaces de cambiar el mundo.

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