Que nos estamos cargando el planeta es algo que sabemos todos, queramos o no queramos reparar en ello. Puede que no ocurra en 10 años, ni en 30, pero cada vez vamos a peor y las medidas que se toman para intentar evitar la catástrofe son insuficientes. Tenemos que hacer algo, y tenemos que hacerlo ya, porque los planes mundiales del G8 y el G20 no funcionan, y mientras algunos “debaten” ideas el planeta sigue llorando y demostrando su descontento con trombas de agua en épocas donde no eran comunes hace unos años y en áreas donde se destrozan cultivos y ciudades, justo como le acaba de ocurrir al ajo manchego.
No ha salido en las noticias, al menos no hasta ahora, y puede que aparezca hoy en alguna cadena o que lo pasen por alto, pero aquí lo importante no es si lo anuncian en televisión, porque ya ha quedado claro repetidamente que por muchas noticias de este tipo que aparezcan en los noticiarios españoles nosotros seguimos a lo nuestro sin hacer el más mínimo caso. Hay quien dice eso de “qué pena”, otros apuestan por apoyar al agricultor con “espero que les den ayudas para paliar esto” y otros tantos ni siquiera levantan la cabeza del móvil cuando ocurre un desastre similar, pero la realidad es que está ahí, que es algo tangible y que dentro de poco ya no habrá nada que solucionar.
El cultivo del ajo ha sido uno de los más afectados por las tormentas de los últimos días en La Mancha Baja conquense y las primeras estimaciones de Agroseguro cifran en 500 hectáreas las siniestradas en localidades como Las Pedroñeras o Casas de Haro.
En declaraciones a Efe, la conocida agencia de comunicación, el director territorial de Agroseguro, Juan Carlos Wengel, ha explicado que todavía están recibiendo siniestros y este miércoles empezarán las peritaciones, pero que, de momento, han recibido partes de 251 parcelas siniestradas, que suman unas 500 hectáreas.
Principalmente en localidades como Las Pedroñeras, conocida como capital mundial del ajo morado, o Casas de Haro, donde las precipitaciones fueron en forma de pedrisco, pero también en otros términos municipales como San Clemente, Santa María del Campo Rus, Villar de Cañas, Sisante o Alarcón.
Las lluvias torrenciales han llegado en un momento en el que el cultivo del ajo está casi preparado para la recolección, según ha señalado Wengel, lo que significa que este año el que quiera cocinar con este tubérculo lo hará a un precio mucho mayor, pues no da tiempo a cultivar más. A no ser, claro está, que sigamos vendiendo ajo chino como si fuera español, timando así a consumidores y haciendo ver que no ha pasado nada.
El timo del ajo chino
Para aquellos que no lo sepan haré una pequeña introducción. El ajo español, en todas sus variedades, es una de las más cotizadas a nivel internacional y se suele cultivar en Andalucía y Castilla-La Mancha. Debido a ello, sale más rentable exportarlo que venderlo en nuestro país para consumo de todos los ciudadanos y para evitar que nosotros, los españolitos de a pie, nos demos cuenta, alguna que otra gran compañía importa semillas de ajo chino (ni mejor ni peor, simplemente otra variedad) y las planta en tierras españolas. Como resultado se obtiene un ajo “made in Spain” de una variedad china, lo que significa que pueden poner en las etiquetas que es ajo español, porque se ha cultivado aquí, y vendérnoslo al precio del ajo mediterráneo aunque a ellos la semilla les ha costado “tres pesetas”. Mientras tanto, camiones y camiones del verdadero ajo español salen de nuestras fronteras para venderlo en otros países al mejor postor.
¿Significa eso que los españoles no podemos consumir variedades autóctonas? No, ni mucho menos. Hay grandes empresas que producen para España al tiempo que exportan, o no, a otros países. Con total seguridad os puedo hablar de Imperio Garlic, quien comercializa producto de España sin letra pequeña.
Pero claro ¿cómo podemos culpabilizar al pequeño agricultor de intentar obtener mayores beneficios cuando nosotros, con nuestro comportamiento, destrozamos sus cultivos cada dos por tres haciéndole perder miles de euros año tras año?
Lo que ha ocurrido es que los agricultores españoles que empezaron a cultivar los ajos chinos constataron que su productividad era el doble. Si de una hectárea se obtiene entre 7.000 y 9.000 kilos de ajo morado español, en esa misma hectárea se consiguen 14.000 kilos del violeta chino. Son variedades con menores riesgos bacteriológicos y escasas exigencias. Razones de peso para abandonar las variedades tradicionales en favor de las nuevas, más rentables, aunque con diferente sabor. Y es que las diferencias son notables. Los ajos morados saben más y mejor que los violetas chinos, de los que necesitas bastante más cantidad para conseguir el mismo efecto.
¿Pensamos hacer algo al respecto o no?