Los niños, tan activos por regla general, están atados de pies y manos encerrados entre cuatro paredes. Algunos de ellos tienen suerte, y disponen de terrazas o jardines en casas unifamiliares, la mayoría vive en pequeños pisos y solo tienen acceso a un limitado balcón, y los más desafortunados solo tienen ventanas para poder sacar la cabeza y respirar aire puro. Así, aunque la realidad es que todos, adultos y niños, hemos notado este confinamiento al que nos hemos visto sometidos por el Covid-19 y el Estado de Alarma decretado por el Gobierno, los pequeños son los que menos entienden y más lo sufren.